Hablar
de indios, de adelantados, de conquistadores, de injusticia social, de
sometimiento de mujeres indígenas, de abandono, de mestizaje, del choque entre
la cultura del maíz y la del hierro, es empezar a hablar de literatura
gauchesca. Mucho se ha escrito a lo largo de la historia sobre nuestro gaucho,
sobre ese hombre que al principio fue considerado un paria, un vagabundo, un
excluido. Todo esto afianzado por la famosa Ley de vagos (1822) en que obligaba
a los hombres a tener una papeleta donde certificara que tenía trabajo regular
o de lo contrario se lo podía meter preso o enviar a algún fortín lejano. Podemos decir que esta colección de tragedias
cotidianas de nuestros gauchos, van a dar lugar a la literatura gauchesca, porque
antes de ser un héroe en la literatura, el gaucho primero tuvo que desandar ese
destino anudado por las injusticias sociales y las persecuciones.
La
literatura gauchesca es un subgénero dentro de la literatura latinoamericana,
que encuentra sus antecedentes en la poesía en el S. XIX, ejemplo: El Santos Vega de Rafael Obligado,
la poesía de Ascasubi, los Versos Políticos de Bartolomé Idalgo, las obras de Lussic y de Estanislao
del Campo. Pero sin lugar a dudas el mayor
exponente de este género literario fue, José
Hernández, con su famoso Martín Fierro (1872) y la Vuelta del Martín Fierro. En
los versos del Martín Fierro el gaucho por primera vez va a hablar con su
verdadero lenguaje porque hasta ese momento al gaucho se lo hacía hablar en la
literatura con la lengua castellana. Hernández
va a contar con maestría las peripecias y desgracias por las que debe atravesar
el personaje, pero a su vez exalta las virtudes del gaucho como el coraje, la
lealtad y nobleza. En el año 1926
Ricardo Guiraldes vendría a coronar la novela argentina con su obra
maestra, Don Segundo Sombra. En la obra va a revalorizar al gaucho bueno, ese
hombre callado y sabio que vivía en completa armonía y conexión con la
naturaleza. A lo largo de la historia de la literatura gauchesca fue tan rico
el caudal de vicisitudes por las que debía atravesar el gaucho que ha inspirado
a los autores para hablar de “gaucho bueno” y “gaucho malo.”
Sarmiento
en su famoso Facundo, lo describe como a un hombre malo separado de la sociedad
y proscripto por las leyes. Otro ejemplo de gaucho malo es Juan Moreira,
personaje real de la novela de Eduardo Gutiérrez.
Estos
gauchos matreros o alzados como también se los llamaba, aún siguen siendo
fuente de inspiración en el Siglo XXI. Podemos mencionar a la consagrada
Florencia Bonelli con sus novelas Indias
Blancas (2005) y Me Llaman Artemio
Cruz (2009). En
Corrientes, a los gauchos alzados se los denominaba “Gauchillos” que eran una
especie de Robing Hood, que Vivian escondidos en los montes, huyendo de la
justicia y robando a los ricos para ayudar a los pobres y que encontraban su
justificativo en su forma de actuar por las injusticias sociales. Estos
personajes reales fueron El Gaucho Lega, Aparicio Altamirano, Mate Cocido y el
gauchito Gil, este último inspiró a escribir la novela Curuzú, una de las últimas novelas gauchescas, publicada en 2012
por la escritora Gladys Mercedes Acevedo, donde la autora reivindica al gaucho
bueno. También en el 2015 la novelista Ernestina Mo, retoma el género gauchesco
con La Endiablada Pulpería.
Podemos
decir que el gaucho argentino, de ser un paria paso a ser un héroe, un santo o
un gauchillo, a ser un protagonista indiscutido, donde hasta el día de hoy se
sigue abriendo paso de a caballo o de a pie en la literatura del siglo XXI.
Por Gladys Mercedes Acevedo. La literatura gauchesca en el S.XXI. Presentación
de la autora en el Congreso de Literatura en San Antonio de Areco, Buenos
Aires, Argentina. El evento fue organizado por Rubén Darío Gasparini, escritor
y poeta, en el Museo de Bellas Artes Osvaldo Gasparini.
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