Y existen en el mundo. Yo me he cruzado con ellos. Son muy pocos y no son
duendes, ni bestias, son simplemente hombres de carne y hueso, simples mortales
y en eso radica su grandeza. Son personas que en su esencia desbordan
generosidad y no dudan ni por un instante en compartir con extraños el caudal
de la magia del mundo que los rodea. Están en las montañas, en palacios o en
casas de barro. Son incapaces de cortar un yuyo o una rama sin ningún motivo
justificado y nunca pasan por al lado de
un animal herido sin ayudarlos. A veces te sorprenden regalándote castillos,
plantaciones de olivares o simplemente el caudal de su tiempo. Los hay, sí los
hay. Aquellos seres de bondad diseminados por el mundo. Yo te aseguro que he
tenido la fortuna de encontrarlos.
Cien Cuentos Para El Pombero. Gladys Mercedes Acevedo. Todos los
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