14 de diciembre de 2019

Rosa la bella

"Tu final no es el mío. Tu adiós no me ha sepultado nunca. He atrapado tus sonrisas en todas las jaulas de mi memoria. Ni las historias ni el pasado se devuelven, es un capital para quien los ha vivido".

Fragmento de Rosa la bella no fue al cielo, Gladys M Acevedo 
Todos los derechos reservados a la autora (2019)

11 de diciembre de 2019

ANGA, POBRE DE MI ALMA


Desde que nació en ese rancho miserable, la estrella de Prudencio Sandoval estuvo marcada en los confines del universo, en las señales de mal agüero de los animales, en el continúo chismorreo de los vecinos y hasta en las cartas de la entrañable Purita Martínez, la curandera de la Colonia Carlos Pellegrini. Si hasta daban ganas de llorar de solo ver a Prudencio tan desnutrido, tan negro y tan feo. Ni siquiera el niño tenía la fuerza o la fe en sí mismo como para creerse algo más que un renacuajo de la laguna Yvera. Al verlo pasar rumbo a la escuela montado en el matungo overo, no había un cristiano que no se compadeciera: "Anga, ahí va Prudencio pobre de mi alma".

El niño nunca sonreía y andaba envuelto en esa nube de desgracias, hasta que un día logró salvar la vida del hijo de un estanciero, un rubio tan bello que todos lo confundían con un angelito caído del cielo. Prudencio arañó la gloria. Con trabajo y caballo nuevo, cena todas las noches y cama caliente para dormir, se le enderezaron hasta las piernas. Aun así, seguía feo y nadie se explicaba que ceguera del demonio le había agarrado a Rosa Molina como para que se enamorara de un joven tan poco agraciado. El angelito, que suspiraba día y noche por Rosa, también quedó perplejo: "péina, que tiko"...


Colección Cien Cuentos Para El Pombero, Gladys M Acevedo (2019)

6 de diciembre de 2019

El Pueblo


"- ¿Qué pueblo es este, señor?
-Es el único donde hay tanta hipocresía que todos los hombres son amigos y enemigos a la vez.
-Me han hablado de este pueblo extraño-dijo El Pombero-. Un duende no podría sobrevivir aquí". 

Colección Cien cuentos para el Pombero, Gladys M Acevedo (2019)


24 de noviembre de 2019

Fragmento de Rosa La Bella No Fue Al Cielo


"Mucho tiempo antes de que en la Colonia Carlos Pellegrini se desatara la peste de la soledad con un éxodo masivo de hombres, mujeres y animales pugnando por subir a la balsa en busca de un mejor porvenir, el viejo Ita ya se había desangrado en ella. Entonces se limitó a observar al pueblo con cierta compasión de muerto a través de sus ojos ciegos y sus oídos de sabueso experto. Solo le dolió saber que también la Purita Martínez se iba; que mal que debían andar las cosas para que la curandera se marchara del pueblo donde había gobernado por más de medio siglo con sus payes improvisados y sus caprichosas barajas del porvenir. Todos se despedían del viejo Ita inclinando su cabeza como si rezaran en silencio al más sagrado de los santos paganos, pero en realidad lo que hacían era pedirles perdón por dejarlo allí en ese pueblo polvoriento librado a la suerte de los infieles..."

Novela de Gladys M Acevedo (2019) Todos los derechos reservados a la autora

16 de noviembre de 2019

"De qué estan hechos los silencios, sino de una especie de muerte prematura, de palabras que perecen en simples deseos de felicidad, de adioses sin despedidas, de pasos que nunca se han dado. Los silencios para que sean perfectos deben nutrirse de falsos olvidos y de olvidados."
Gladys Mercedes Acevedo. Todos los derechos reservados a la autora (2019)

12 de noviembre de 2019

Mujer de río


Doña Goya miraba siempre el río, aunque el agua le daba miedo, bravas crecientes sobre su espalda.
No podía evitarlo porque sabía que el río guardaba en los ocasos todas las historias de los hombres, era como una gran memoria almacenando instantes felices, porque lo malo no lo almacenaba, como a los ahogados que dejaba en la orilla.
El río traía vida a borbotones con cada nuevo amanecer, esperanzas de sueños irrealizados, pasos de personas que debían regresar. 

Así doña Goya fue almacenando atardeceres junto al Paraná Miní, que guardó para siempre sus memorias de mujer de río.

Gladys M Acevedo. Todos los derechos reservados a la autora (2019)

30 de octubre de 2019

Por la autora


"No era de esas aburridas almas gemelas que tocaban falsas campanas de felicidad al llegar y ninguna para marcharse, por su porte arrogante y decidido, más bien se diría que era una detestable oveja negra que alguien había perdido durante siglos y ella había tenido el coraje y amor suficiente de marcar cada camino de regreso para que la encontraran. De modo que alguien que viene con el ímpetu arrollador de los desencuentros y la sed de las generaciones olvidadas, debe atesorar en su corazón un amor extraordinario, un amor capaz de hacer temblar los cimientos de lo imposible.” 

Gladys M Acevedo, 2019

19 de octubre de 2019

Colección de cuentos completos


Muchas de ellas se consolaron con el tape Roldán, que descuidó para siempre las nalgas del angelito para zozobrar en el amor. El hombre tenía tantas mujeres a su disposición que pensaba seriamente en prescindir para siempre de ellas, pero al minuto siguiente una sonrisa, una mirada, un desliz de una uña pintada de rojo sobre sus muslos raquíticos lo devolvía al reducto de los pecados.


De mi nuevo libro colección de cuentos completos, Gladys M Acevedo (2019)


16 de octubre de 2019


"La mujer le pasó la pala y le dijo: ¿Qué parte de tus desgracias no estás enterrando m´hijo? Cava tan hondo hasta que encuentres los abismos, hasta que tus desgracias ya no puedan regresar (...)"

Fragmento de Cien Cuentos para El Pombero. Gladys M Acevedo. 
Todos los derechos reservados a la autora (2019)

12 de octubre de 2019


"Te quiero porque te he reconocido entre todos esos tantos locos que andan buscando a los que no los buscan y para el colmo de los desencuentros no reconocen a los que si los buscan. Te quiero porque he descubierto en tus ojos la melancolía extrema de los desencontrados del mundo. Te quiero porque sabes que el mundo fue creado para buscar, que allí estuvo la primera piedra del pecado original, porque de qué otra manera se compondrían los días, los meses y los años o qué sentido tendrían los caminos, sino fuera para extraviarnos en ellos en ese afán de encontrar. Te quiero aunque sé que tú también andarás perdido buscando en esa madeja absurda que se llama desencuentros. "(...)"


Fragmento de Rosa la bella no fue al cielo. Gladys M Acevedo. 
Todos los derechos reservados a la autora (2019)

28 de septiembre de 2019

Rosa la Bella


"De pronto, sintió que no había nada más cruel que la proximidad del pasado acorralando al presente. Entonces la miró sabiendo que se marcharía, la miró perdiendo la dulce batalla de la felicidad sin haber comenzado, la miró aterrado porque ni siquiera el tiempo se apiadaría de él y no haría nada para retener las cenizas de ese amor imposible, la miró con esa extraña melancolía con que se mira a los pájaros deseando volar. En cambio, ella no lo miró, hacía tiempo que ya no lo hacía, desde aquel remoto día en que comenzó a carcomerle la añoranza y a tener la mirada perdida en los ocasos del horizonte. Ambos ya no parecían de este mundo, eran más bien animas que penaban por lo imposible".

Fragmento de Rosa La Bella No Fue Al Cielo. Gladys M Acevedo. 
Todos los derechos reservados a la autora (2019)

25 de septiembre de 2019


"Entre medio de escarchas y neblinas y amaneceres que no llegaban, nos fuimos abriendo camino a machetazos. Y luego llegó el sol con su temperamento indeciso hasta que se impuso en lo alto como reafirmando nuestros pensamientos. El hombre ya estaba allí parado en un rincón, como ausente, luchando sin vernos con ese silbido infernal que le carcomía los oídos. De a ratos sentía que el sonido parecía irse, pero luego volvía con la intensidad de un zumbido de abejas. Entonces se agarraba la cabeza y se maldecía así mismo por haber tentado a las angueras.
- ¿No lo escuchan? - les preguntaba.
- ¿No, a qué?
-A los silbidos. Vienen de todas partes.
-Es por la borrachera. Ya se te pasará.
Pero luego la borrachera cesó y éstos seguian allí. El no entendía por qué ellos no lo escuchaban, si hasta ..."

Cien cuentos para El Pombero. Gladys M Acevedo. 
Todos los derechos reservados a la autora (2019)


6 de septiembre de 2019

LA CAPILLA DEL DIABLO


La niña se acercó y abrazó a su abuelo con sus brazos tibios.
-¿Abuelo qué demonio estás tallando ahora?
-Uno muy malo que anota los pecados de la gente en un libro muy gordo.
-¿Entonces tu demonio debe estar muy cansado?
-¡Claro mi niña! Los demonios también se cansan de la maldad de los hombres y también tu abuelo que tiene que ir a dormir. 

Fragmento de Cien cuentos para el Pombero. Autora Gladys M Acevedo (2019)
Acuarela Angeles Espinosa

30 de agosto de 2019

Cien cuentos para el Pombero


"Todos pensaban que ya se moría, pero lejos de hacerlo, ella despertó con ínfulas de resucitada y dijo: como pasa el tiempo y no llega la felicidad.

Fragmento de Cien cuentos para el Pombero. Gladys Acevedo. Todos los derechos reservados (2019)

28 de agosto de 2019

FRAGMENTO-Rosa la Bella...


“Ella se fue mucho tiempo antes de irse y él presentía su partida y eso fue como saber la fecha exacta de su muerte. Suspiraba mientras la perdía y suspiraba mientras se iba por aquel camino que se cerraba a su paso en una especie de abismos cargados de para siempre. Así fue como se quedó sin aliento de rezar a tantos santos inútiles para que ella regresara y en una suerte de revelación cruel comprendió que el pacto con los infieles del Yvera ya no tenía sentido, que bastaba con enamorarse para desangrarse de pena". 

Fragmento de Rosa la Bella no fue al cielo. Novela de Gladys M Acevedo. 
Todos los derechos reservados a la autora (2019)

26 de agosto de 2019

Momarandu.com lee mis cuentos

"El el día del lector no esperaba este regalo del Diario Momarandu de la ciudad de Corrientes. Mil gracias a la periodista y escritora María Laura Riba y al locutor Facundo Sagardoy que han leído magistralmente mi cuento Una mas del montón de la colección Cien cuentos para el Pombero. Gladys M Acevedo, 2019

Leer la nota

24 de agosto de 2019

Desencuentros

"No lamento nuestros desencuentros, al fin y al cabo el mundo está empedrado de ellos. No lamento haberme fugado de mi un breve tiempo para permitirme adorarte. Lamentaría no haberte escuchado desafinar mientras yo pensaba es lo más bello que he escuchado en mi vida. Lamentaría no haberme deleitado en tu sonrisa, en tus rabietas mortales u obsesionarme con esa mariposa que llevabas anclada en la quinta vértebra y nunca levantaba vuelo. Ella es la sombra que te sigue a todas partes, porque está arraigada en tu piel, tanto como tú en la mía. Al fin y al cabo todas las historias perecen, lo único eterno en el corazón de los hombres son esos instantes de felicidad que nadie puede borrar."

Autora Gladys M. Acevedo. Todos los derechos reservados (2019)

18 de agosto de 2019

Y luego...


"Y luego, cuando la perdió, ya no supo develar los rastros de su sombra, la agonía lenta de su figura, ella fue como esos extraños ríos que esconden en el horizonte los secretos más profundos de su historia." 
Gladys Mercedes Acevedo, 2019

16 de agosto de 2019

Fragmento


“Cómo le explico a tus rincones que ya no te esperen, ellos siguen allí leales, intactos, aun padeciendo el vértigo de una soledad recién estrenada. Las cosas no entienden de finales abruptos, de silencios, de enojos sin motivos. Ellos se empeñan en cuidar el jardín de tu sonrisa, la mordedura letal cada vez que me despreciabas. Simplemente están allí como fantasmas persistentes a quienes hay que desorientar para que se marchen. Yo mismo me he preguntado cómo se desparraman las cenizas de tu memoria para que los vientos se apiaden y te lleven tan lejos y no regreses. "

Fragmento de Rosa la Bella No fue Al Cielo, Gladys Mercedes Acevedo. 
Todos los derechos reservados (2019)

3 de agosto de 2019

La noche

No hay peor noche que la noche, esa que transpiran ecos de silencio y rebeldía.
Las que reciben los pasos solitarios de los hijos y acompañan los pasos que nunca han llegado.
Así de cruel y fría es la noche, ausente de perros vagabundos,
de miradas curiosas que te contemplan.
Solo el campanario fiel de la catedral de la Plaza Mitre, un ancla que te espera en la mitad de la noche, la peor de las noches. 

Gladys Mercedes Acevedo (2019) Todos los derechos reservados

1 de agosto de 2019

El olvido


Detrás de ti, por encima e incluso empujándote las vísceras desde adentro en una aureola maldita, está el olvido. Quiere arrastrar todo lo que alguna vez nos ha pertenecido, lo bueno, lo malo, las circunstancias de lo que no nos hemos permitido. Lloro y maldigo. Me resisto a dejarte partir. Los minutos, los segundos son mortales, pisan como un pelotón sin piedad el germen de lo bueno. De lo que pudo haber sido bueno. Sé que jamás podré resignarme a ver tu cadáver sin sonrisa. Es eso lo que lapida el tiempo, las sonrisas maravillosas de los buenos momentos.

Gladys Mercedes Acevedo (2019) Todos los derechos reservados a la autora

27 de julio de 2019

Fragmento-Rosa...


"Es cierto. A nadie parece importarle la muerte de un pobre y así sucedió con el baqueano Benito Arguello aquella mañana remota cuando la balsa trajo al pueblo, no solo al circo de Melquíades, sino a una partida de evangélicos entusiastas que traían a la colonia olvidada las proclamas del apocalipsis y los entuertos del fin de mundo. El féretro arrastrado por un carro de ejes ruidosos pasó por su lado sin pena ni gloria por las polvorientas calles de la Colonia Carlos Pellegrini. Ni siquiera el predicador tan atento al salvamento de las almas descarriadas reparó en que el carro solo iba escoltado por un perro flaco y algunos que otros monos carayás que se habían encariñado con el muerto. Para ese entonces el pueblo ya había perdido todo entusiasmo por la novedad de la joven mujer que bajó del cielo como Dios la trajo al mundo. Solo el viejo Itá, mudo testigo de los desacuerdos de ese mundo olvidado, seguía prendado de su belleza."
Fragmento de Rosa la Bella No fue Al Cielo, Gladys Mercedes Acevedo. Todos los derechos reservados (2019)

24 de julio de 2019

El banquete


"Ya vienen por mí. Todos los perros famélicos oliendo los jirones de mi cuerpo. ¿O acaso son los pájaros, los sabuesos de las alturas los que llegan? ¿Cantan o gritan? Es raro poder identificar con exactitud los lamentos de las bestias. Ella los ha amaestrado a todos y se marcha con aires de bondad. Los maneja a la perfección con un simple chasquido de dedos. Me parece imposible que alguien tan hermosa y diminuta tenga tanto poder para hipnotizar a las fieras. El secreto lo debe tener en los labios que siempre dicen que no, como si la rabia del cosmos acumulada durante siglos la empujaran también a ella a decir sin pestañear esa palabra maldita. Ya vienen por mí. Me desgarran. Lo que alguna vez creí que solo me pertenecía a mí, es decir el orgullo, la dignidad y lo que es peor el ego, también lo han hecho añicos. Se han servido como del mejor banquete, despedazándolo todo con picos y garras y miradas de odio y palabras de labios pintados de rojo que dejan un eco a bilis amarga en lo que queda de uno. Se van, todos se van llevando mis despojos en un vuelo muy largo atravesando esa ventana que nunca se abrió para no olvidarla."

Colección Cien Cuentos para El Pombero,
Gladys Mercedes Acevedo (2019) Todos los derechos reservados

13 de julio de 2019

Fragmento-Rosa la Bella


"Y las noches le pesaron como grilletes en los tobillos y se le iba la vida en suspiros, en desvelos sangrientos, en madrugadas eternas, y ya no le fue fácil dejar de soñar que un buen día ella lo descubriese en sus propios sueños, formando parte del génesis de sus más tiernos deseos."


Rosa la Bella no fue al Cielo. Novela de Gladys Mercedes Acevedo. 
Todos los derechos reservados (2019)

9 de julio de 2019

MAINUMBY Y LA TIERRA PROMETIDA


"Y fueron llegando uno a uno arrastrados por la brisa tierna de los amaneceres de Corrientes, fue así como los fue queriendo la muerte. Invisibles y certeros, como el viento que los acunaba a su antojo en diminutas joyas que no quería dejar partir. La tierra que los vio nacer los lloraba, clamaba por sus voces, por sus risas, por sus silencios. El dolor crujía en su vientre en temblores de parturienta, en angustias que echaban a andar los tañidos lúgubres de los campanarios en un concierto de nostalgias prematuras. La lluvia ya no era llanto, sino apenas la suma de los desencantos compartidos. Los besos negados, los adioses no resueltos. Todos estaban allí en una montonera de tierra y hombre. En un extraño fusionamiento de sueños y nostalgias compartidas. Volaban como plumas desorientadas con una velocidad que no era de este mundo. Hasta que el rocío los cobijaba en cada pétalo de flor, en cada capullo que aún pugnaba por nacer y se abría paso, no tanto con la fuerza monótona de la naturaleza, sino con las cataratas de las nostalgias de los hombres. Allí se posaban en medio de las flores, entre resignados y desconformes por los pesares inconclusos de su Corrientes. Los amores no correspondidos atizados a fuerza de espera, los colores de sus partidos aun luciendo en pañuelos, los domingos en familia y amigos. Todos ellos tenían una historia para contar, aunque hubieran sido callados por la muerte. Era cierto que a muchos los pilló en el medio del patio tomando un cimarrón con su madre, pariendo hijos o incluso horqueteados haciendo el amor con amores prohibidos. No hay nada más conmovedor que un hijo despidiéndose de su tierra y el eco desgarrador de la tierra reclamando por ellos. Todo surge de manera inesperada. Primero el silencio aterrador que precede al murmullo de las voces de nostalgias que van creciendo como truenos desgarrados en el cielo. Ya son pájaros libres sedientos de amaneceres de Corrientes, del brillo del Paraná corcoveando con camalotales, del chamamé, del sapukái cerrado para siempre en la garganta. Es feo morirse en Corrientes. Los colores del cielo dimensionados por adioses, el aroma al pan recién horneado, el sonido inconfundible de las poleas del aljibe buscando agua. Así los recoge el mainumby, uno a uno en cada flor rumbo a la tierra prometida, rumbo a la misma tierra de Corrientes."
Gladys Mercedes Acevedo. Cien Cuentos Para El Pombero. 
Todos los derechos reservados a la autora (2019) 




8 de julio de 2019

NAIPÍ Y EL ARCO IRIS


"El rugido precedido de un viento intenso surgió de las vísceras torrentosas del río Yguasu. Naipí reconoció ese sonido de inmediato. Era el mismo de sus pesadillas, el que la había estado atormentando todas las noches de su vida. Se aferró a las piernas fuertes de su bravo guerrero y se encomendó a Tupá. Toroba por primera vez en su vida sintió miedo, pero a diferencia de Naipí encomendó su destino a sus fuertes brazos y peleó con las aguas bravías como en un campo de batalla. Pero el rugido surgió con más fuerza y las aguas del Yguasu parecían un potro embravecido que levantaban en su lomo la frágil canoa. El cacique guaraní apenas tuvo tiempo de escuchar el grito de terror de su amada antes de verle la cara a la gigantesca serpiente mbói. Los miró directo a los ojos con unas antenas incandescentes mientras abría su boca con colmillos puntiagudos. Naipí había soñado ese instante una y otra vez. Sabía cómo vencerla y había estado tejiendo a escondidas de su verdugo, su padre, una manta de colores. Al ver a la serpiente sacó la manta que llevaba a escondidas en su vestido y se ató con ella al cuerpo de su amado. Ya nada los separaría. Delante de los ojos furiosos de la serpiente besó a su amado con una pasión desconocida en la tierra. Al ver tal osadía Mbói ya no se contentó con devorarla, quería destruir ese sentimiento intenso que unía a los fugitivos. El colmillo gigante desgarró la manta de colores que los envolvía y su cola arrancó al cacique de los brazos de Naipí y lo despidió lejos de las aguas condenándolo a convertirse en los árboles que costearían el río Yguasu, condenándolo al exilio del amor. La serpiente, lejos de aplacar su furia, se sentía más rabiosa aún. Entonces miró a la doncella guaraní que aún tenía su manta de colores abrazando su bello cuerpo y por un instante un pensamiento feliz cruzó por su mente por primera vez en su larga existencia. Entonces decidió no alimentarse con ella. La envolvió con cuidado en un tembloroso abrazo frío y la llevó a su morada de tiempos inmemoriales. Por primera vez la serpiente mbói deseaba poseer algo, la quería toda para sí, para poder vencer los siglos de ponzoña de soledad que anidaban en su alma. A la mañana siguiente Naipí despertó y vio al monstruo durmiendo en su cueva. Entonces reparó en su manta que estaba rota y se envolvió de nuevo en ella susurrando apenas la canción de amor que siempre cantaba mientras tegía. En ese instante la manta pareció recobrar vida propia y se fue extendiendo por entre medio de las aguas hasta llegar a un punto donde se detuvo. Naipí lloró de emoción, porque en ese instante un claro de luz iluminó a Tarobá que tenía en sus manos un pedazo de su manta. El cacique también la vio y los ojos se le iluminaron de lágrimas, porque sabía que nunca más se separarían. Que podría estar con ella todas las veces que quisiera recorriendo los colores del arco iris."

NAIPÍ Y EL ARCO IRIS. Gladys Mercedes Acevedo
Todos los derechos reservados (2019)

6 de julio de 2019

Te quiero


"Te quiero con el corazón de los apátridas, con el de los desterrados del cielo, si lo hubiera. Te quiero con el mismo dolor de aquellos parias del universo que han tenido que desenterrarse a sí mismos para existir. Te quiero así de profundo, de a ratos sondeando tus abismos abisales o rescatándote de tus silencios. Te quiero contando los minutos que me restan a tu lado de paraísos o de infiernos."



Gladys Mercedes Acevedo. Todos los derechos reservados (2019)

29 de junio de 2019

NAIPÍ Y LOS AMORES POSIBLES (segunda parte)


"No era de extrañar que a fuerza de desearlo un buen día apareciera Tarobá. El nuevo cacique guaraní salido de las entrañas de la selva venía precedido por su fama de guerrero valiente y carácter feroz. Los demás sabios y ancianos de las distintas tribus le dieron la bienvenida a la ceremonia de selección de doncellas que aplacaría el hambre de la poderosa serpiente mbói. Las jóvenes estaban paradas debajo de unas palmeras pindó. Todas lloraban a excepción de la más alta y hermosa de todas que permanecía al lado de su verdugo, su padre. Su belleza era tal que estaqueó por completo los ojos de Tarobá. En ese instante la joven Naipí levantó la mirada y supo que era el guerrero que había estado esperando toda su vida. Pese a la proximidad de la muerte, una felicidad incomprensible la invadió por todo su cuerpo. Sin embargo, al reconocerse ambos sonrieron con la desesperanza de los amores imposibles. El cacique aún antes de escuchar su voz, nadar en el perfume de su olor, perderse en la profundidad de sus ojos, supo que ya no podría vivir un instante sin verla. Por un momento toda la valentía que había desplegado en las guerras ante cientos de indios que querían matarlo, se le paralizó por completo. El miedo a que la poderosa serpiente mbói pudiera matar a Naipí le quebró el coraje del derecho y del revés, al punto de sentirse un niño desnudo, indefenso y sin la menor idea de cómo enfrentar el infierno. Fue el padre de la joven quién lo terminó por desarmar cuando eligió a su hija de entre las doncellas lloronas. Naipí lo miró resignada mientras la llevaban a una choza donde dormiría la noche previa al sacrificio. Tarobá suplicó a los sabios ancianos e incluso al padre de la joven y al sabio Marangatu.
-Es el sacrificio que debe hacer la tribu- le dijo el sabio-, para que todos podamos vivir sin que la serpiente nos mate. 

Tarobá, el indio que había vencido en mil guerras ya no tuvo dudas. Llevaría muy lejos a su amada de las fauces de mbói. Cuando el guerrero entró a la choza, la joven lo abrazó, no tanto con sus brazos, sino con el alma de alguien que ha recorrido cientos de vidas para encontrarlo. El instante fue efímero y sublime a tal punto que lloraban mientras se besaban. El cacique manejaba la canoa con una destreza casi irreconocible. Deseaba alejarse lo más pronto de la cercanía de la garganta del diablo, pero la corriente y el viento devoraban su avance. Cuando ya estaban a punto de cruzar se escuchó un rumor que crecía desde las profundidades de la garganta. Era la furia de mbói que reclamaba su paga. Su rabia y su fuerza eran tal que arqueó su cuerpo con una velocidad impredecible tumbando la canoa y hundiendo la tierra en varias partes por donde empezaron a caer grandes cantidades de agua que tragaron de inmediato a los enamorados."

NAIPÍ Y LOS AMORES POSIBLES (Segunda parte). Gladys Mercedes Acevedo. 
Adaptación de la leyenda de las Cataratas del Iguazú. Todos los derechos reservados (2019)

23 de junio de 2019

NAIPÍ Y LOS AMORES POSIBLES


Naipí se contempló una vez más en las aguas amarronadas del río Yguasu y un velo de preocupación se volvió a estampar en su frente. El agua se apresuró a descarnarle la belleza casi sobrenatural de su rostro, la sedosidad de su larga cabellera negra e incluso su profunda tristeza. La joven lejos de alegrarse sintió una vez más cómo un frío helado recorría todo su cuerpo. Esa mañana ya no tuvo dudas. La condena ancestral venía marcada a fuego en su cara. Pensó que Ñanderu Guasu no se andaba con vueltas a la hora de apilar las piedras en el camino y en cierta forma elegía muy bien a su presa tanto como lo hacía la gigantesca mbói desde las profundidades de la garganta del diablo. Desde muy niña sufría cruentas pesadillas y se despertaba sudorosa en la hamaca dando alaridos de terror. Era su padre quién la consolaba y acariciada el rostro condenado de su mitacita. 
- Tranquila mi niña, es solo un sueño.
Ella sabía de la suerte que les esperaba a las doncellas más lindas de la tribu. Había crecido escuchando una y otra vez a los ancianos cuando se reunían alrededor del fogón y el mismo Marangatu, el sabio mano derecha de Tupá la miraba con especial detenimiento. Su padre también era uno de los encargados de seleccionar a la víctima que sería arrojada a las aguas torrentosas de la garganta donde lo recibiría la gigantesca mbói.
Pero aun así se permitió ser feliz y creció como una niña salvaje rodeada de coatíes y de monos y de todo animal que se le acercara a degustar su belleza. Soñaba con un día enamorarse de algún guerrero fuerte que viniera de una tribu muy lejana a rescatarla de su desgracia. 

_¿Sabes el destino de las mujeres hermosas? le preguntó un día su mejor amigo.
_ No. Le dijo rogando que nada de esas historias fueran verdad.
_ Es comida de la mbói que vive en la garganta del aña.
_ Me deformaré la cara de ser posible. Le contestó pero en el fondo dudaba de su respuesta.


Es que amaba ser bella para ese ser hermoso que la esperaba en alguna parte de los confines de la selva.

NAIPÍ Y LOS AMORES POSIBLES (Primera parte). Gladys Mercedes Acevedo. 
Adaptación de la leyenda de las Cataratas del Iguazú. Todos los derechos reservados (2019)

10 de junio de 2019

Poetas


"No puedo liberar mis intenciones, mis palabras más tiernas, mis búsquedas secretas, mis sueños impensados, si antes no hablo de ti, porque en todos esos espacios estas, como esas mariposas que no quieren volar." 
Gladys Mercedes Acevedo, 2019. Feliz día de la poesía

Nicasio Díaz Llanos. La pulpería de Santiago Canevaro, Goya. 
Colección de pinturas El Martirio de Camila, pinacoteca del museo Gauchesco Curuzú


1 de junio de 2019

Un frio glacial...


"Un frio glacial de esos que se destacan por sobre la piel de los muertos ha recorrido todo su cuerpo. Es casi absurdo que el miedo a perder lo que nunca ha tenido lo congele de un suspiro. Aun así, temblando de angustia y nadando en sus propios deseos, no pudo dejar de mirarla de reojo, temía que ella fuera aún más cruel sabiendo la desolación que le produciría su ausencia."


Gladys M Acevedo Todos los detechos reservados (2019)





30 de mayo de 2019

El Edén sin Eva


"Eva, lo había imaginado tanto durante mucho tiempo, que cuando lo encontró ya había envejecido y sólo lo pudo reconocer por los defectos."

El Edén sin Eva, Gladys Mercedes Acevedo, 2015
Todos los derechos reservados a la autora

25 de mayo de 2019

Fragmento-Rosa la Bella no fue al Cielo


"No era raro que comenzara a extrañarte a la hora de la tarde, cuando el pueblo regresaba de sus trabajos y se acomodaban debajo de los naranjos para matear y observar la agonía del sol en la laguna. A esa hora todas las nostalgias olvidadas parecían cobrar vida en medio de torbellinos púrpuras y naranjas que se entremezclaban con el canto de algún pájaro nocturno."
Rosa la Bella no fue al Cielo. Novela de Gladys Mercedes Acevedo. 
Todos los derechos reservados (2019)

18 de mayo de 2019

La Espera


Aquí costeando el final de la espera que con cada día se agranda y se bifurca en días y noches que parecen no tener fin, como esos abismos que de a ratos saben a infierno y a veces a paraíso tierno. Nunca pensé en la complejidad que subyace debajo de un remanso o la ira que precede a una gran tormenta, ni siquiera en los soles tibios de julio que nos deja la piel sedienta de calor. Si, debo contarte que la espera lleva todos esos dulces males, como camalotes errantes que arrastran alimañas invisibles que con solo mencionarlas te darían miedo. Nunca pensé que la vara del tiempo se mediría en ausencias y que con una sola voz girarían los peldaños quietos y de nuevo la vida y la tierra y el río mismo que volvería a correr desesperado hacia el horizonte sabiendo que todo tiene un fin.

Cien cuentos para El Pombero. Autora Gladys M Acevedo. Todos los derechos reservados (2019)


11 de mayo de 2019

Fragmento-Rosa la Bella no fue al cielo


"El tiempo en la tierra es el tesoro más valioso que las personas han recibido al nacer y quién te lo comparte, aunque no te hablara jamás, te estaría gritando de su amor por ti."

Fragmento de Rosa la Bella no fue al cielo. Novela de Gladys M Acevedo.
Todos los derechos reservados (2019)


6 de mayo de 2019

Fragmento-Rosa la Bella no fue al cielo


Al fin Rosa la bella estaba sentada a mi lado. Ambos mirábamos el atardecer del Yvera sin hablarnos. Yo porque hacía trescientos siglos que no lo hacía y ella impactada por el corcoveo suave de los camalotales. La quietud de mi cuerpo contradecía a esa manada de corazones que deseaba escaparse de mi pecho. En ese instante comprendí que la magnitud de los trescientos siglos de soledad que había experimentado desde que le vendí mi alma a un infiel del Yvera, eran nada en comparación con el saberla imposible.

Fragmento de Rosa la Bella no fue al cielo. Novela de Gladys Mercedes Acevedo. 
Todos los derechos reservados (2019).

13 de abril de 2019

Fragmento-Rosa la Bella no fue al cielo


El carro y su pobre cortejo de monos carayás exhaló un suspiro a cansancio ancestral y se desvió hacia la casa del padre Antonio Montalbán, que salió de inmediato a acompañarlos. Mientras marchaban rumbo al antiguo cementerio el cura escuchó al pastor proclamar por auto parlantes: "Es imposible que Dios se haga cargo de las vergüenzas de este mundo, para eso está el infierno, pero si quieren salvar sus almas pecaminosas salgan de sus ranchos, de los montes y vengan hasta la iglesia del Señor que aún están a tiempo, porque el fin del mundo se aproxima.


Fragmento de Rosa la Bella no fue al cielo. Autora Gladys M. Acevedo. Derechos reservados (2019)

2 de abril de 2019

Fragmento-Rosa la Bella no fue al cielo


Es cierto. A nadie parece importarle la muerte de un pobre y así sucedió con el baqueano Benito Arguello aquella mañana remota cuando la balsa trajo al pueblo, no solo al circo de Melquiades, sino a una partida de evangélicos entusiastas que traían a la colonia olvidada las proclamas del apocalipsis y los entuertos del fin de mundo. El féretro arrastrado por un carro de ejes ruidosos pasó por su lado sin pena ni gloria por las polvorientas calles de la Colonia Carlos Pellegrini. Ni siquiera el predicador tan atento al salvamento de las almas descarriadas reparó en que el carro solo iba escoltado por un perro flaco y algunos que otros monos carayás que se habían encariñado con el muerto. Para ese entonces el pueblo ya había perdido todo entusiasmo por la novedad de la joven mujer que bajó del cielo como Dios la trajo al mundo. Solo el viejo Itá, mudo testigo de los desacuerdos de ese mundo olvidado, seguía prendado de su belleza.

Fragmento de Rosa la Bella no fue al cielo. Autora Gladys Mercedes Acevedo. Todos los derechos reservados (2019)

24 de marzo de 2019

Fragmento- Rosa la Bella no fue al Cielo


"No soy yo cuando no estás, apenas soy el rastro de mi sombra esperando que devuelvas los colores a mi alma..."


Fragmento de Rosa la Bella no fue al Cielo.  
Gladys Mercedes Acevedo. Todos los derechos reservados

17 de marzo de 2019


"Y a uno lo va siguiendo la tierra, la tierra que te ha conocido, a veces como sombras llenas de memoria, y otras, solo en silencio. Pero es la tierra misma quién te anda buscando desde el principio de los tiempos. Tiene sed de peregrinos, de nuevas pisadas y de nueva historia. Llegan los animales sagrados, cantan los cuervos y hasta la cobra baila, no hay mayor deleite que ir siguiendo a la nueva tierra y que ella también vaya persiguiendo el rastro de tu memoria".

Gladys M Acevedo. Todos los derechos reservados

13 de marzo de 2019

Ha llegado la de Río Piedra


Nunca supo quién la trajo primero. Si fue el viento que entró en estampidas esa mañana o el deseo colectivo de todo un pueblo que la había estado madurando en los pensamientos durante años. Aunque allí, la tierra era tan seca, tan poco dada a la vida que ni siquiera las frutas maduraban y menos los buenos pensamientos. Pero aun así ellos la pensaban y se hablaba de su memoria todo el tiempo. Algunos la tenían a la dueña como a una mujer menuda y frágil, pero decidida; otros la habían elaborado desde el recodo de las nostalgias como a una mujer alta y elegante. En lo único que todos coincidían en ese pueblo donde nadie coincidía en nada era en su extremada belleza. Sin embargo, el que realmente sabía cómo era ella era Severino Puebla, el hombre que siempre se había atrevido a robarle, no tanto porque lo necesitara, sino por una secreta venganza tierna. Es que de todos los de su pueblo, el gaucho se consideraba con derecho a hostigar su memoria. Ella se había marchado un día dejando al hombre hecho estropajos. Nadie supo por qué se había ido en silencio. Severino la esperó, sí. Todo el tiempo que un hombre de a caballo puede esperar a una mujer: toda una vida. Así se le fueron los años en espera. Primero se le cayeron los deseos, luego las nostalgias y por último los sueños. Es que en esos parajes olvidados donde todo era pura tierra, ella era la dueña absoluta de un pueblo de vivos, de muertos e incluso de un pueblo perdido. Pero, aunque había mucha tierra, no había mucho lugar donde florecieran los deseos. El día transcurría en ese ir y venir de horizontes solo acompañado por el mate y algún perro cusco que no le reculaba a los caminos. Nadie sabía que Severino Puebla tenía la soledad enquistada en las entrañas desde que ella se había marchado, mucho menos que la causa de todos sus males era la dueña de todo Río Piedra. Pensaba que no era de hombres el andar contando los amoríos y menos de esos, los imposibles. Es que de todos modos nadie le hubiese creído. Él y ella amándose en el ranchito abandonado de la finada Jacinta. Así, Severino dedicó el resto de sus días para soñar su regreso. Pero la mujer no volvía y el amor se le fue transformando en un duro rencor. Se dedicó a robarle su ganado durante siglos como para sentirse más dueño de sus ausencias. Hasta que una mañana, al comisario se le dio por apresarlo luego de enterarse de que una vaca parió por el esfuerzo de cruzar el río.
- Ya es hora, Severino- le dijo- que pagues un poco del mal que le has hecho a esa mujer.
El reo no habló, se limitó a mirar un punto fijo de la pared, como si allí buscara el horizonte. En ese instante, la noticia que había soñado toda su vida entró de manera inesperada.
-Comisario, ella ha vuelto. Ha vuelto la de Río Piedra.
El comisario que no la conocía más que de escucharla nombrar hasta el hartazgo, salió al patio.
La dueña del pueblo era baja y menuda y unas profundas arrugas cuarteaban su belleza.
La autoridad la recibió con todas las reverencias que ella se merecía por ser dueña de todo eso. Y luego le dijo:
- Señora, adentro tengo detenido a un hombre que le ha estado robando toda la vida. Queremos saber qué hacer con él.
La mujer ya entrada en años se detuvo en el umbral de la puerta y allí lo vio. La misma espalda ancha, la misma barba espesa conteniendo el rostro amado. A Severino Puebla por primera vez en cincuenta años se le llenaron los ojos de lágrimas.
-¡Suéltelo!-le dijo casi con rabia la de Río Piedra-. El único mal que ha hecho toda la vida este hombre, ha sido robarme el corazón.



Cuento dedicado a mi querida e ilustre amiga la Lic. Marcelina De Haro. Colección Cien Cuentos para el Pombero, Gladys M Acevedo. Todos los derechos reservados

Rosa la bella

"Tu final no es el mío. Tu adiós no me ha sepultado nunca. He atrapado tus sonrisas en todas las jaulas de mi memoria. Ni las histor...