27 de julio de 2019

Fragmento-Rosa...


"Es cierto. A nadie parece importarle la muerte de un pobre y así sucedió con el baqueano Benito Arguello aquella mañana remota cuando la balsa trajo al pueblo, no solo al circo de Melquíades, sino a una partida de evangélicos entusiastas que traían a la colonia olvidada las proclamas del apocalipsis y los entuertos del fin de mundo. El féretro arrastrado por un carro de ejes ruidosos pasó por su lado sin pena ni gloria por las polvorientas calles de la Colonia Carlos Pellegrini. Ni siquiera el predicador tan atento al salvamento de las almas descarriadas reparó en que el carro solo iba escoltado por un perro flaco y algunos que otros monos carayás que se habían encariñado con el muerto. Para ese entonces el pueblo ya había perdido todo entusiasmo por la novedad de la joven mujer que bajó del cielo como Dios la trajo al mundo. Solo el viejo Itá, mudo testigo de los desacuerdos de ese mundo olvidado, seguía prendado de su belleza."
Fragmento de Rosa la Bella No fue Al Cielo, Gladys Mercedes Acevedo. Todos los derechos reservados (2019)

24 de julio de 2019

El banquete


"Ya vienen por mí. Todos los perros famélicos oliendo los jirones de mi cuerpo. ¿O acaso son los pájaros, los sabuesos de las alturas los que llegan? ¿Cantan o gritan? Es raro poder identificar con exactitud los lamentos de las bestias. Ella los ha amaestrado a todos y se marcha con aires de bondad. Los maneja a la perfección con un simple chasquido de dedos. Me parece imposible que alguien tan hermosa y diminuta tenga tanto poder para hipnotizar a las fieras. El secreto lo debe tener en los labios que siempre dicen que no, como si la rabia del cosmos acumulada durante siglos la empujaran también a ella a decir sin pestañear esa palabra maldita. Ya vienen por mí. Me desgarran. Lo que alguna vez creí que solo me pertenecía a mí, es decir el orgullo, la dignidad y lo que es peor el ego, también lo han hecho añicos. Se han servido como del mejor banquete, despedazándolo todo con picos y garras y miradas de odio y palabras de labios pintados de rojo que dejan un eco a bilis amarga en lo que queda de uno. Se van, todos se van llevando mis despojos en un vuelo muy largo atravesando esa ventana que nunca se abrió para no olvidarla."

Colección Cien Cuentos para El Pombero,
Gladys Mercedes Acevedo (2019) Todos los derechos reservados

13 de julio de 2019

Fragmento-Rosa la Bella


"Y las noches le pesaron como grilletes en los tobillos y se le iba la vida en suspiros, en desvelos sangrientos, en madrugadas eternas, y ya no le fue fácil dejar de soñar que un buen día ella lo descubriese en sus propios sueños, formando parte del génesis de sus más tiernos deseos."


Rosa la Bella no fue al Cielo. Novela de Gladys Mercedes Acevedo. 
Todos los derechos reservados (2019)

9 de julio de 2019

MAINUMBY Y LA TIERRA PROMETIDA


"Y fueron llegando uno a uno arrastrados por la brisa tierna de los amaneceres de Corrientes, fue así como los fue queriendo la muerte. Invisibles y certeros, como el viento que los acunaba a su antojo en diminutas joyas que no quería dejar partir. La tierra que los vio nacer los lloraba, clamaba por sus voces, por sus risas, por sus silencios. El dolor crujía en su vientre en temblores de parturienta, en angustias que echaban a andar los tañidos lúgubres de los campanarios en un concierto de nostalgias prematuras. La lluvia ya no era llanto, sino apenas la suma de los desencantos compartidos. Los besos negados, los adioses no resueltos. Todos estaban allí en una montonera de tierra y hombre. En un extraño fusionamiento de sueños y nostalgias compartidas. Volaban como plumas desorientadas con una velocidad que no era de este mundo. Hasta que el rocío los cobijaba en cada pétalo de flor, en cada capullo que aún pugnaba por nacer y se abría paso, no tanto con la fuerza monótona de la naturaleza, sino con las cataratas de las nostalgias de los hombres. Allí se posaban en medio de las flores, entre resignados y desconformes por los pesares inconclusos de su Corrientes. Los amores no correspondidos atizados a fuerza de espera, los colores de sus partidos aun luciendo en pañuelos, los domingos en familia y amigos. Todos ellos tenían una historia para contar, aunque hubieran sido callados por la muerte. Era cierto que a muchos los pilló en el medio del patio tomando un cimarrón con su madre, pariendo hijos o incluso horqueteados haciendo el amor con amores prohibidos. No hay nada más conmovedor que un hijo despidiéndose de su tierra y el eco desgarrador de la tierra reclamando por ellos. Todo surge de manera inesperada. Primero el silencio aterrador que precede al murmullo de las voces de nostalgias que van creciendo como truenos desgarrados en el cielo. Ya son pájaros libres sedientos de amaneceres de Corrientes, del brillo del Paraná corcoveando con camalotales, del chamamé, del sapukái cerrado para siempre en la garganta. Es feo morirse en Corrientes. Los colores del cielo dimensionados por adioses, el aroma al pan recién horneado, el sonido inconfundible de las poleas del aljibe buscando agua. Así los recoge el mainumby, uno a uno en cada flor rumbo a la tierra prometida, rumbo a la misma tierra de Corrientes."
Gladys Mercedes Acevedo. Cien Cuentos Para El Pombero. 
Todos los derechos reservados a la autora (2019) 




8 de julio de 2019

NAIPÍ Y EL ARCO IRIS


"El rugido precedido de un viento intenso surgió de las vísceras torrentosas del río Yguasu. Naipí reconoció ese sonido de inmediato. Era el mismo de sus pesadillas, el que la había estado atormentando todas las noches de su vida. Se aferró a las piernas fuertes de su bravo guerrero y se encomendó a Tupá. Toroba por primera vez en su vida sintió miedo, pero a diferencia de Naipí encomendó su destino a sus fuertes brazos y peleó con las aguas bravías como en un campo de batalla. Pero el rugido surgió con más fuerza y las aguas del Yguasu parecían un potro embravecido que levantaban en su lomo la frágil canoa. El cacique guaraní apenas tuvo tiempo de escuchar el grito de terror de su amada antes de verle la cara a la gigantesca serpiente mbói. Los miró directo a los ojos con unas antenas incandescentes mientras abría su boca con colmillos puntiagudos. Naipí había soñado ese instante una y otra vez. Sabía cómo vencerla y había estado tejiendo a escondidas de su verdugo, su padre, una manta de colores. Al ver a la serpiente sacó la manta que llevaba a escondidas en su vestido y se ató con ella al cuerpo de su amado. Ya nada los separaría. Delante de los ojos furiosos de la serpiente besó a su amado con una pasión desconocida en la tierra. Al ver tal osadía Mbói ya no se contentó con devorarla, quería destruir ese sentimiento intenso que unía a los fugitivos. El colmillo gigante desgarró la manta de colores que los envolvía y su cola arrancó al cacique de los brazos de Naipí y lo despidió lejos de las aguas condenándolo a convertirse en los árboles que costearían el río Yguasu, condenándolo al exilio del amor. La serpiente, lejos de aplacar su furia, se sentía más rabiosa aún. Entonces miró a la doncella guaraní que aún tenía su manta de colores abrazando su bello cuerpo y por un instante un pensamiento feliz cruzó por su mente por primera vez en su larga existencia. Entonces decidió no alimentarse con ella. La envolvió con cuidado en un tembloroso abrazo frío y la llevó a su morada de tiempos inmemoriales. Por primera vez la serpiente mbói deseaba poseer algo, la quería toda para sí, para poder vencer los siglos de ponzoña de soledad que anidaban en su alma. A la mañana siguiente Naipí despertó y vio al monstruo durmiendo en su cueva. Entonces reparó en su manta que estaba rota y se envolvió de nuevo en ella susurrando apenas la canción de amor que siempre cantaba mientras tegía. En ese instante la manta pareció recobrar vida propia y se fue extendiendo por entre medio de las aguas hasta llegar a un punto donde se detuvo. Naipí lloró de emoción, porque en ese instante un claro de luz iluminó a Tarobá que tenía en sus manos un pedazo de su manta. El cacique también la vio y los ojos se le iluminaron de lágrimas, porque sabía que nunca más se separarían. Que podría estar con ella todas las veces que quisiera recorriendo los colores del arco iris."

NAIPÍ Y EL ARCO IRIS. Gladys Mercedes Acevedo
Todos los derechos reservados (2019)

6 de julio de 2019

Te quiero


"Te quiero con el corazón de los apátridas, con el de los desterrados del cielo, si lo hubiera. Te quiero con el mismo dolor de aquellos parias del universo que han tenido que desenterrarse a sí mismos para existir. Te quiero así de profundo, de a ratos sondeando tus abismos abisales o rescatándote de tus silencios. Te quiero contando los minutos que me restan a tu lado de paraísos o de infiernos."



Gladys Mercedes Acevedo. Todos los derechos reservados (2019)

Rosa la bella

"Tu final no es el mío. Tu adiós no me ha sepultado nunca. He atrapado tus sonrisas en todas las jaulas de mi memoria. Ni las histor...