25 de octubre de 2018

Jaén en castillos

Jaén en castillos, en susurros de aguas regadas por vientos de olivares que apañan silencios de amores contrariados. 
Jaén en verde mar de atardeceres de historias y dragones encallados, de caballeros sin rumbos en el tiempo y otros que lo rescatan. 
Sí, Jaén, la misma que suspira olivares y sueños de nunca olvido. Aquella la de las piedras engrandecidas en murallas que han detenido a invasores y perpetuado al tiempo. 
Jaén la dulce, la de los pasos felices, la que contiene el huerto de hespérides sellado en un nombre inolvidable.

Gladys Mercedes Acevedo. Todos los derechos reservados

20 de octubre de 2018

El Peregrino


El peregrino sabe que hay algo más detrás del silencio, de esa inmensa morada que acurruca los suspiros de la gente. Sabe que hay una música etérea y perfecta detrás del basto mundo que nos va juntando sin querer, como si fuéramos una pieza más de los eslabones perdidos. Sabe de las carencias y de los miedos de los que se buscan sin conocerce. 
El peregrino sabe del instante exacto donde se gesta la consistencia de la añoranza. Entonces se detiene y mira más allá del silencio.


Gladys Mercedes Acevedo. Todos los derechos reservados

13 de octubre de 2018

Rosa, la bella, no fue al cielo (fragmento)


"Así, desde el mismo día en que la conoció fue arropando su ausencia como un tesoro bajo siete llaves sin demostrar, ni por un solo instante, que era la única manera solapada de estar con ella. Entonces, aquel guerrero magnífico que se había enfrentado a los filos y a las pestes de los conquistadores, a las trampas de los infieles del Yvera y que había renunciado incluso a la muerte por un instante de gloria, no supo qué hacer con esa aparición divina y sin alas que había descendido de los cielos envuelta en unas sábanas blancas, como si se tratara de un ser que no era de esta tierra. Rosa, la bella, estaba desorientada en ese nuevo mundo que no le pertenecía y también lo miró. Lo vio a Itá tal cual era, feo y arrugado en sus siglos de desencantos con su casco oxidado de conquistador español y su camisa apelmazada por el tiempo. Entonces, mientras a la joven se le desataba los hilos de la compasión, a Itá lo sacudía un sentimiento sísmico que era muy similar a la muerte que había añorado desde hacía siglos, pero en realidad no era otra cosa que el más puro amor."


Fragmento de Rosa, la bella, no fue al cielo, Gladys Mercedes Acevedo 
(todos los derechos reservados a la autora)

Rosa la bella

"Tu final no es el mío. Tu adiós no me ha sepultado nunca. He atrapado tus sonrisas en todas las jaulas de mi memoria. Ni las histor...