13 de octubre de 2018

Rosa, la bella, no fue al cielo (fragmento)


"Así, desde el mismo día en que la conoció fue arropando su ausencia como un tesoro bajo siete llaves sin demostrar, ni por un solo instante, que era la única manera solapada de estar con ella. Entonces, aquel guerrero magnífico que se había enfrentado a los filos y a las pestes de los conquistadores, a las trampas de los infieles del Yvera y que había renunciado incluso a la muerte por un instante de gloria, no supo qué hacer con esa aparición divina y sin alas que había descendido de los cielos envuelta en unas sábanas blancas, como si se tratara de un ser que no era de esta tierra. Rosa, la bella, estaba desorientada en ese nuevo mundo que no le pertenecía y también lo miró. Lo vio a Itá tal cual era, feo y arrugado en sus siglos de desencantos con su casco oxidado de conquistador español y su camisa apelmazada por el tiempo. Entonces, mientras a la joven se le desataba los hilos de la compasión, a Itá lo sacudía un sentimiento sísmico que era muy similar a la muerte que había añorado desde hacía siglos, pero en realidad no era otra cosa que el más puro amor."


Fragmento de Rosa, la bella, no fue al cielo, Gladys Mercedes Acevedo 
(todos los derechos reservados a la autora)

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