23 de febrero de 2019

Peces y golondrinas


No es casual que la vida de las personas se ligue para siempre a los hechos y circunstancias que les ha tocado vivir en la infancia. A veces son hechos aparentemente insignificantes o cotidianos para un adulto. Sin embargo, la mirada de un niño tiene la facultad de encapsular todo en su memoria o de dimensionar lo pequeño o quizás darles a las cosas la importancia que en realidad se merecen. No soy yo la excepción. Desde los cuatro años de un remoto 10 de noviembre me he quedado marcada o ligada para siempre a las golondrinas. Desde entonces tengo la costumbre de buscarlas con la mirada en cualquier parte del mundo. De grande me he enterado que ellas regresan siempre desde San Juan de Capistrano (California) a la ciudad de Goya. De alguna manera estos pájaros produjeron en mi un impacto tan grande, desde la primera vez que las vi regresar oscureciendo el cielo goyano por completo con su bullicio y planeo insistente, que no me explicaba cómo mi madre no se impactaba de la misma forma. Nunca sabré si fueron las circunstancias personales que rodearon a ese peculiar día (mi padre terminaba de abandonarnos dejando a mi madre por su mejor amiga) lo que hizo que esa bandada de golondrinas me atrapase para siempre, a tal punto que fueron el puntapié inicial para que escribiera mi primer novela El Secreto de las Golondrinas. Hoy en un bar de Rosario decorado con coloridos peces me las he cruzado de nuevo. Están acampando por encima de mi cabeza y desde el gran ventanal del bar escucho su bullicio alegre y veo su planeo incansable devorando los espacios por encima del Paraná, quizás oteando ese horizonte que las espera. Ese camino impredecible y largo hasta San Juan de Capistrano en California. Ellas saben de memoria cuál es su vuelo circular: Goya y California. De algún modo corren con ventaja con respecto a los hombres al saber con exactitud cuál es su camino por recorrer. 
Por Gladys Mercedes Acevedo

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Rosa la bella

"Tu final no es el mío. Tu adiós no me ha sepultado nunca. He atrapado tus sonrisas en todas las jaulas de mi memoria. Ni las histor...