Había
una vez un hombre con mucho pelo en el pecho, al que todos los niños apodaban
“El peludo”. Era feo, grande y tonto, pero tenía siempre una gran sonrisa a
flor de labios. Cuando alguien estaba triste bastaba con verlo sonreír para
alejar las angustias. Aunque los niños no lo sabían, su verdadero nombre era
Sandalio Alegría. En el bolsillo del saco llevaba siempre una rosa que por su
gallardía parecía recién arrancada del jardín. Cuando alguien le preguntaba por
ella, Sandalio contestaba: “Esta rosa es de mi país, llamada Esperanza. Allí no
hay sufrimientos y todo es color de rosa”.
Un día
de mucho calor, en que hasta los pajaritos bajaban a zambullirse en la fuente
de la plaza, Sandalio Alegría estaba exhausto. Su pelambre le daba tanto calor
que parecía una caldera en ebullición.
Una
niñita al ver que el pobre hombre estaba sufriendo le preguntó con cierto
temor, pues el hombre era muy grande y feo, y se parecía a un ogro caído en
desgracia:
-¿Le
hago unas trenzas, señor?
-Bueno,
niña-le contestó él con una voz que espantó a los pájaros.
La
pequeña, sentada en el regazo del gigante, trenzó y trenzó hasta que se le
acalambraron las manos, y el sol pálido se echó a dormir una siesta en el
horizonte, pero ella estaba decidida a ayudarlo. Cuando por fin lo logró, el
hombre dio un soplido de alivio, agitando el agua de la fuente. Es que
realmente se le había ido el calor del cuerpo y volvió a sonreír con su gran
sonrisa de ogro bueno.
-¿Qué
quieres que te regale por tu buena obra?-le dijo a la niña.
-Sólo
una moneda para un sandwichito.
-Claro
hija, y también te regalo mi rosa para que la plantes en tu jardín.
La
mendiga comió su ansiado sandwich y luego plantó la rosa en su patio de tierra
reseca.
Al día
siguiente la despertó el canto de los pajaritos. Miró por la ventana. Extrañamente
el patio estaba repleto de rosas que despedían un exquisito perfume.
Entonces,
recordó que él le había dicho que venía de un lugar en que todo era color de
rosa. Y debía ser así nomás, porque a partir de ese día la niñita nunca más
sufrió hambre vendiendo sus rosas.
Sandalio Alegría, cuento infantil de Gladys Mercedes Acevedo
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