24 de enero de 2018

Sandalio Alegría (cuento infantil)

Había una vez un hombre con mucho pelo en el pecho, al que todos los niños apodaban “El peludo”. Era feo, grande y tonto, pero tenía siempre una gran sonrisa a flor de labios. Cuando alguien estaba triste bastaba con verlo sonreír para alejar las angustias. Aunque los niños no lo sabían, su verdadero nombre era Sandalio Alegría. En el bolsillo del saco llevaba siempre una rosa que por su gallardía parecía recién arrancada del jardín. Cuando alguien le preguntaba por ella, Sandalio contestaba: “Esta rosa es de mi país, llamada Esperanza. Allí no hay sufrimientos y todo es color de rosa”.
Un día de mucho calor, en que hasta los pajaritos bajaban a zambullirse en la fuente de la plaza, Sandalio Alegría estaba exhausto. Su pelambre le daba tanto calor que parecía una caldera en ebullición.
Una niñita al ver que el pobre hombre estaba sufriendo le preguntó con cierto temor, pues el hombre era muy grande y feo, y se parecía a un ogro caído en desgracia:
-¿Le hago unas trenzas, señor?
-Bueno, niña-le contestó él con una voz que espantó a los pájaros.
La pequeña, sentada en el regazo del gigante, trenzó y trenzó hasta que se le acalambraron las manos, y el sol pálido se echó a dormir una siesta en el horizonte, pero ella estaba decidida a ayudarlo. Cuando por fin lo logró, el hombre dio un soplido de alivio, agitando el agua de la fuente. Es que realmente se le había ido el calor del cuerpo y volvió a sonreír con su gran sonrisa de ogro bueno.
-¿Qué quieres que te regale por tu buena obra?-le dijo a la niña.
-Sólo una moneda para un sandwichito.
-Claro hija, y también te regalo mi rosa para que la plantes en tu jardín.
La mendiga comió su ansiado sandwich y luego plantó la rosa en su patio de tierra reseca.
Al día siguiente la despertó el canto de los pajaritos. Miró por la ventana. Extrañamente el patio estaba repleto de rosas que despedían un exquisito perfume.

Entonces, recordó que él le había dicho que venía de un lugar en que todo era color de rosa. Y debía ser así nomás, porque a partir de ese día la niñita nunca más sufrió hambre vendiendo sus rosas.


Sandalio Alegría, cuento infantil de Gladys Mercedes Acevedo

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