En
Kolkata no se puede traspasar los cuidados jardines de la casa museo del
célebre poeta Rabindranath Tagore, sin antes sentir la omnipotente presencia
del padre mirándonos desde un pedestal del jardín esculpido en bronce, como si
aún se empeñara en proteger como un cancerbero feroz la memoria del poeta. La barba
y noble cabeza es tan parecida a la de su hijo que por un momento se lo
confunde y uno acude a él, para rendirle pleitesía. Pero luego de reparar en el
nombre debajo de la escultura, Debendranath Tagore, uno se da cuenta del error
y no le presta demasiada atención. Sin embargo, la historia de esa inmensa mansión
hace que te vuelvas sobre tus pasos y de nuevo le rindas honor a ese padre soñador
e intentes redescubrir los más íntimos deseos que tuvo para con su hijo. Es que es común que se diga que un padre
desea lo mejor para sus hijos. Y en este caso Debendranath padre de Rabindranath,
parece que premeditó a sabiendas esa laberíntica mansión repleta de
habitaciones rodeada por largas galerías con pisos de mármol y deslumbrantes
jardines. Todo parecía estar orquestado para crear un templo que protegiera los
sueños poéticos del futuro premio nobel de literatura y salvaguardara así el
rico acervo cultural de su entrañable hijo. Un niño que dio su primer estallido
de vida en 1861, en un oscuro cuarto...
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Por
Gladys Mercedes Acevedo para elephant Minds, marzo 2019.
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